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28 de juny de 2016 //

Las elecciones han sido ganadas por la derecha, si bien el PP no ha contado con el número de votos suficientes (aunque ha logrado medio de millón de votos más que en diciembre) como para formar gobierno con sus propias fuerzas. En este apoyo al PP ha jugado su papel el voto del miedo y los medios de comunicación, que manipulan y tergiversan los mensajes electorales y, en general, crean opinión pública en una determinada dirección.
Son malos resultados para las clases trabajadoras y nuestro pueblo pues, aunque queda por ver la conformación del gobierno (veremos si el PSOE cumple lo que hoy ha declarado: “No vamos a apoyar la investidura de Rajoy ni nos vamos a abstener”), abren el camino para que la oligarquía (autóctona y foránea) tenga las manos totalmente libres para seguir aplicando su programa económico y político: más recortes, empeoramiento de las condiciones laborales y de vida del pueblo, cercenamiento de conquistas sociales y derechos y libertades democráticos y culminación de la Segunda Transición en marcha.
Por otro lado, los resultados ponen en evidencia que el bipartidismo, que en las anteriores citas quedó debilitado (pero no noqueado), sale reforzado del 26-J. PP y PSOE suman más de 13.250.000 votos (cerca del 56 % del total de votos emitidos) y 222 escaños, frente a 12.782.280 votos (cerca del 51 %) y 213 escaños del 20 de diciembre. Los nuevos actores, especialmente Podemos, se han mostrado incapaces, también, de derrotar al bipartidismo, amén de que su proyecto político no deja de reforzar ese bipartidismo por la izquierda.
Tampoco se ha producido el tan ansiado sorpasso. Más bien lo contrario. Si Podemos e IU aseguraban que su alianza electoral tendría un efecto multiplicador, la realidad es que no lo ha tenido ni sumativo. Unidos Podemos ha supuesto una resta: ha obtenido más de un millón de votos menos que sus formaciones por separado en las anteriores elecciones. Esos votos se han ido fundamentalmente a la abstención (ha habido 1.150.000 abstencionistas más que el 20-D), también al voto en blanco e, incluso, al PSOE. Si han rebajado contenidos para llegar a más electorado y han conseguido lo contrario, ¿cuál será la conclusión? ¿Seguir rebajando? ¿Hasta dónde? ¿A dónde conduce el reformismo? ¿Cómo se pretende ganar con tal criterio en el tablero de juego de las clases dominantes? Entendemos que los resultados no obedecen tanto a los aciertos de la derecha como a las debilidades, incomprensiones y errores, no pequeños, de la izquierda.
Decíamos en nuestro comunicado ante las elecciones que “Dicho acuerdo lleva en su seno la derrota de las clases trabajadoras y populares y su frustración. Una unidad de “50 pasos” que abandona los principios nace castrada, estéril”. Unidos Podemos no es la unidad que necesitamos, que necesita nuestro pueblo. Es una unidad por arriba, desligada de los sectores populares a quienes dicen representar pero que desatiende; un proyecto político confeccionado sobre la base de renuncias a cuestiones estratégicas (algunas de ellas venían conformando el código genético de IU, como la OTAN) y de sometimiento al régimen y con un exclusivo criterio de cálculo electoral; que habla de sonrisas y no de POLÍTICA. Con estas premisas quedaba imposibilitada como alternativa política que generase ilusión, rompiese la indiferencia y el abstencionismo y movilizara al electorado; que agrupase en torno a ella a los distintos sectores populares.
A ello se une el año de experiencia del “ciudadanismo” en el poder de muchos ayuntamientos que se ha manifestado frágil e impotente para el cambio real.
Esa entrega al régimen, a la oligarquía y la impotencia de las plataformas ciudadanas no han pasado desapercibidos para una buena parte del electorado, que ha tomado buena nota y sacado la conclusión de que no había ninguna alternativa política que pudiera defender sus intereses, ayudar a solucionar sus problemas y mejorar sus vidas.
Como tampoco les han pasado desapercibidos los meses después del 20 D, donde los nuevos actores y caras se han mostrado muy parecidos a los viejos partidos de la “casta”, pensando solo en sillones y gobiernos. Ni la arrogancia y la superioridad con la que se conduce Pablo Iglesias (uno de los líderes peor valorados), entre otros.
Se necesita otra unidad muy distinta, radicalmente distinta, que se construya sobre un programa de ruptura, republicano, y articule de verdad la unidad popular, que involucre a vastos sectores populares a la lucha política, que los organice y dirija como un torrente único contra su enemigo común: la oligarquía y el régimen monárquico que la ampara. Que constituya una alternativa política independiente de la oligarquía, del capital, y con firmeza les haga frente. Solo así se podrá ilusionar a nuestra clase, movilizar al electorado y, sobre todo, tener un respaldo y presión social, y la fuerza suficiente, como para quebrar el brazo a la derecha, a la reacción, a la oligarquía en el poder, y no solo en el terreno electoral, que también.
Ese es el trabajo que debemos empezar desde ya las distintas fuerzas y sectores de la izquierda revolucionaria. El primer paso es avanzar en nuestra propia unidad sobre la base de un programa de ruptura que tenga por ejes los 8 puntos del Manifiesto del 19-J. ¡Adelante, pues!

¡Por la unidad de la izquierda revolucionaria!
¡Por la unidad popular contra la oligarquía!
¡Sin ruptura, sin república, no habrá cambio!

 

Republicanos Santa Perpètua. 

 

 

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