Álvaro Ponce

El psicólogo Álvaro Ponce apuesta por un cambio en las maneras de ser de la masculinidad y por una paternidad activa y más corresponsable. Ponce añade que el hombre que se muestra cuidador y es corresponsable se beneficia a él mismo, a su pareja y a sus propios hijos, a los cuales también servirá de referente. Estas actitudes de "padre del siglo XXI", según el psicólogo, suponen un antídoto importante y una de las medidas preventivas para evitar las situaciones de violencia de género. Ponce defiende la necesidad de configurar o crear espacios de conversación entre hombres para que se empiece a explorar este nuevo modelo de masculinidad.

¿Cómo tiene que ser el padre del siglo XXI a grandes rasgos?

Es una pregunta inquietante, no creo que haya una respuesta clara pero lo que sí sabemos, a través de los estudios, es que se están experimentando cambios sociales. La incorporación de la mujer al mundo laboral ha cuestionado el modelo de quién de la pareja se ocupa de qué. Se le suman otros cambios en otras áreas en la manera de ser masculinas, que han tenido más que ver con los cambios que han experimentado las mujeres que por los de los propios hombres. Esto configura un escenario en el que muchos hombres han visto facilitado, porque ya está socialmente más aceptado, el hecho de poder tener una paternidad activa y más corresponsable. Pero también es bastante difícil porque si se mira para atrás no existen modelos o referencias sobre cómo es ser un padre que cuida y es correponsable y aquí se produce mucha confusión porque se filtran, por así decirlo, valores de masculinidades antiguas y se suele tender solamente a proveer y proteger, y, si se incorpora alguna innovación, como mucho es que el padre se pone a jugar con el hijo o la hija, y esto no es todo lo que uno tiene que hacer para poder conseguir una corresponsabilidad y una relación más igualitaria entre hombres y mujeres. Hay que ir más allá.

¿Ir más allá implica actitudes emocionales que puedan ser entendidas, en algunos casos, como incompatibles con la masculinidad?

Justamente este es un aspecto nuclear y que tiene que ver con la identidad masculina, que es esta cosa que todos sabemos qué es, pero no podemos definir exactamente y que, históricamente, se ha definido en oposición a lo femenino. Los cambios sociales han promovido que las formas rígidas de masculinidad sean cada vez más difíciles de mantener y que se abran otras maneras de mostrarse y de gestionar todo lo que tiene que ver con las experiencias emocionales, y yo diría que básicamente con las experiencias emocionales de vulnerabilidad, que la identidad masculina tradicional rechaza. Cuando se tiene un hijo o una hija, un momento muy especial en la vida de todo ser humano, en el caso de los hombres parece que se abre una ventana a todo lo que tiene que ver con el mundo afectivo y emotivo y esto es contradictorio con esta identidad masculina tradicional. Este hecho es lo que se está viendo como cambio; ahora es habitual ver a un hombre que cambia pañales, que pasea con su hijos o que es cariñoso con ellos y muestra esta emocionalidad. Pero todavía sigue siendo una posición difícil de llevar adelante y es contradictoria con otro de los elementos sociales, las jornadas laborales de los hombres que no facilitan la posibilidad de estar con sus hijos e hijas.

Cuando se plantea la conciliación de la vida laboral y familiar, se acostumbra a hablar de las mujeres. ¿Cómo la afrontan los hombres?

Por motivos de terapias o de intervención en mi trabajo, he accedido a hombres que han tenido que ocuparse de hijos o hijas por diferentes situaciones, ya sea por horas de trabajo que les han reducido o porque han quedado en el paro, etc., y la experiencia que tienen es mixta, rara; alegre, por un lado, porque han podido contactar con algo nuevo, pero por otra parte también sienten una cierta situación como de pérdida o de desorientación, incluso una ligera sensación de tristeza porque no es lo esperable socialmente. De hecho, cuando nace un hijo o hija, en su mayoría son las madres las que abandonan su trabajo o reducen jornada. El hecho de que sea el padre quien se ocupe de los hijos supone un cambio también de mentalidad y se evidencia cómo lo social nos afecta porque no encontramos interlocutores válidos y esto nos conlleva a la necesidad de configurar o crear espacios de conversación entre hombres para que se empiecen a explorar y validar estos territorios, estas ocupaciones. Si pensamos en los roles habituales de la masculinidad estos han sido desde el padre ausente al proveedor-protector y no ha habido una parte del padre emocional, un padre implicado, un padre que te cuida. Este valor se tiene que incorporar en la forma de masculinidad y es lo que se está intentando a través de esta ventanita que es la paternidad.

¿Qué implican los espacios de conversación que propone?

Los cambios que se promueven a través de estos espacios de conversación, de discusión, según los estudios, tienen implicaciones sobre los propios hombres: mejoran su salud mental, padecen menos depresiones, disminuye el riesgo de suicidio, viven más, presentan menos abusos de substancias; pero también tienen implicaciones sobre sus hijos e hijas, que van a tener un mejor rendimiento escolar y desarrollo psíquico y físico, mayor autoestima y habilidades sociales, menor ausencia de actividades antisociales y, lo más importante, es que van a poder construir una relación vehicular afectiva con sus padres en mayor tiempo y mejor calidad. Los beneficios también los experimentan las mujeres, por una parte con una menor sobrecarga de las tareas de la casa, y por otra porque se van a sentir mucho más satisfechas en una relación con un compañero que no con una pareja que se convierte muchas veces en otro hijo más, e incluso a nivel sexual, según las encuestas y los estudios, las mujeres se presentan más satisfechas con estas parejas que son participativas y colaboradoras. En resumen, ganamos todos.

¿Cómo influye además esta actitud en la educación de los hijos, que un día posiblemente también serán padres?

Yo creo que la más potente de las educaciones es la que se puede dar a través de la vivencia y la experiencia. La diferencia entre un padre y un hijo es que se experimentan muchas veces las mismas dificultades y conflictos pero desde diferentes lugares de posición. Los hijos que experimentan el tener un padre cercano, implicado y que es corresponsable lo más probable es que aumenten importantemente sus posibilidades de que cuando ellos sean padres puedan seguir caminos similares y tener este referente que es lo que justamente los hombres todavía no tenemos más claro aunque culturalmente ya hay una vía, un camino que es facilitador y promotor de estos valores, que se van tejiendo en lo que es la relación del día a día.

¿Qué repercusión tienen estas actitudes en la erradicación de la violencia de género?

Las actitudes de padre del siglo XXI suponen un antídoto importante y una de las medidas preventivas potentes para evitar las situaciones de violencia. Los hombres que se implican en una paternidad activa y corresponsable empiezan a generar un estilo de vida que les aleja de la violencia y que genera otras prácticas que están basadas y relacionadas con la empatía, el cuidado, la comunicación y la sintonía y les aleja de estos modelos de masculinidad que son los que le acercarían a la práctica de violencia.

¿Cómo pueden contribuir las mujeres a facilitar a los hombres ser más emotivos y corresponsables?

Dejando claramente señalado que la dificultad de implicarse en ser responsables de la crianza, el cuidado, las tareas de casa y en llevar una vida emocional saludable (emotivos y corresponsables) es una responsabilidad que recae totalmente en los hombres, y que por tanto no es responsabilidad de las mujeres. Si pensamos en la crianza de los hijos, y asumiendo a una pareja heterosexual, podríamos considerar que el 50% recaería en la mujer, y sería importante de que ella en su 50%, pueda ayudar a fomentar en estos hijos e hijas una cultura participativa en las tareas tanto en hombres como en mujeres, desterrando dentro de esas actividades de cuidado al rol femenino, y estableciendo uno mucho más amplio. En lo inmediato, podría ser importante que las mujeres puedan explicitar su descontento con las desigualdades en casa y manifiesten sus derechos, estableciendo claramente cuáles son sus responsabilidades. Para cambiar esta cultura de "la ayuda" por parte de los hombres en las tareas domésticas, y comiencen a desenvolverse dentro de una cultura de la responsabilidad con las tareas de casa, y del cuidado recíproco dentro de las relaciones afectivas y familiares.

Foto: El psicólogo Álvaro Ponce, en su despacho de la Associació Conexus en Barcelona / Josep Cano

 

 

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